13 de noviembre de 2009

¡Oh! Regina

Martes 10 de noviembre, 7:45 p.m.
Auditrorio Verizon Wireless
2 entradas

El concierto de Regina Spektor nos esperaba con las puertas abiertas. El Adriancito y yo estábamos en la fila con los boletos en la mano, listos para entregarnos a su voz dulzona. El escaner reconoció el código de barras de los boletos y entramos al auditorio. A Regina la conocimos en una película; era parte de la banda sonora y nos gustó.

Todo iba bien, hasta que entramos al lobby del auditorio. A nuestro lado derecho, una fila de adolescentes comprando sus respectivas camisetas; a nuestro lado izquierdo, otra fila de adolescentes comprando hot-dogs, palomitas, referesco o cerveza (si es que su identificación "oficial" daba para presentarlos como mayores de edad). Enfrente, adolescentes hablando y haciendo comentarios: --oh! Regina is soooooo coooooooool.
Nosotros estábamos soprendidos, pero creo que nuestra entrada les causó más conmoción a los jóvenes, porque, de pronto, las miradas se clavaron en nosotros. He ahí el momento identificatorio...llegaron los treintones (o, para el mismo efecto, cuarentones, cincuentones, ustedes pongan la edad, ellos la tomarán igual). En efecto, estábamos en medio de un espacio ajeno, joven, neo-ochentero, totalmente adolescente.

Lo primero que comentamos el Adriancito y yo, fue: Pero, cómo, Regina es para los adolescentes? !No puede ser! Además, nosotros tan "open-mind", tan innovadores, tan todo... Cualquier comentario, o pensamiento, se veía mutilado por las miradas de nuestros adversarios. Había que hacer algo, y pronto...
... Compremos una cerveza. !JA! A nosotros no nos piden la identificación, y a !ustedes sí, chamacos! Salimos del lobby con la cabeza en alto, pero entramos a la sala de conciertos y nos encontramos a otras parejas "de edad", como nosotros, todos soprendidos y con una cara de vergüenza que delataba lo indecible: Me gusta Regina Spektor (gulp!... a mi edad?!).

De cualquier forma, no había mucho qué hacer, ya estábamos ahí, y era claro que no nos íbamos a ir porque el resto de los asistentes no lo aprobaban. Así que nos sentamos a esperar. Minutos después, los adolescentes fueron tomando sus lugares, detrás de nosotros se sentaron cinco chicas que no dejaban de reírse (ni hablar, nos toca aguantarlas). Llegaron los teloneros, la banda Jupiter One abrió el concierto, muy jóvenes también... adolescentes. Adrián y yo los comenzamos a escuchar un poco incómodos, pero pasados unos minutos pensamos que no tocaban mal. Media hora después comentábamos que tenían talento y, si seguían así, tendrían una carrera prolífica (acá "los grandes" nos permitimos la crítica del maestro y la experiencia total).

Por fin salió Regina al escenario. Muy sencilla, con un vestido negro, la piel traslúcida y sus labios rojísimos; parece algo tímida cuando se dirige al público, pero cuando se acerca al micrófono no hay quien pare esa voz. Los adolescentes se emocionan, cantan con ella, le gritan que la aman, que la adoran, que es "tan cool". Las canciones siguen; ellos se paran, aplauden, bailan y, poco a poco, nos envuelven en su ambiente. Pasado un rato, los jóvenes y los viejos llegamos a un acuerdo: Sí, nos gusta Regina. La amamos, la adoramos y pensamos que es "cool". Por hora y media nos entendemos y cantamos, cantamos, cantamos....