17 de junio de 2007

Sumando chocorroles


Hace casi quinientos años, Blaise Pascal se aseguró que lo recordáramos cada vez que tratáramos de multiplicar 84 por 856. Sentado en alguna parte de Ruán, se concentró en las matemáticas, la física y trazó los laberintos de lo que hoy conocemos sobre la calculadora y la probabilidad.

Entre cuadrados sentimientos sobre el mundo, también es famoso por asegurar:
"el corazón tiene razones que la mente no comprende"

En poca saliva y menos teclas: los cálculos de la mente se van al carajo con chistado del corazón. Esas decisiones que corren como ráfaga eléctrica, que marcan la distancia entre el corazón y la mente, el camino en medio del vacío que los une y que tiembla a la resonancia de los sentimientos.

Yo lo sé muy bien, esa lucha la sudo cada mañana, no encuentro tregua. Todos los días mi corazón pelea una dura batalla con mi nublada mente al pasar por el refrigerador de los chocorroles. En la fila hacia la caja registradora, medito las miles de razones por las que debería desayunar un jugo de naranja. Estoy segura, pero sucumbo ante los latidos achocolatados de mis deseos.

¿Qué hacer con las tentaciones? ¿Cómo conciliar mente y corazón? Odio que mis neuronas reboten gustosas diciendo "te lo dije" mientras mi corazón contonea sus redondas curvas a ritmo shakiresco asegurandome toneladas de diversión.

Y hoy otra vez, chocorroles para desayunar que de tanta tentación caminan hablan y han crecido a escala natural.

¿Algún remedio?

5 de junio de 2007

Españolandia


En un mercado de Madrid, pues que no le toquen....
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