30 de mayo de 2006

Algún día mi gato comerá sandía

Hablando de gatos, no he tenido afecto a los de carne y hueso. Creo que encuentro conexión de gatos con caos familia y hospital. Así llegue entre la histeria de mi papá a un hospital cuando tenia 8 años. "La mordió un gato", el doctor me tomo una mano y vio los rasguños de mis manos. La verdad, el gato estaba tan loco como mi papá, no había rastros de tan salvaje incidente descrito por mi progenitor. La noche anterior me encontraba por primera vez en un rancho, y en la madrugada un felino con síndrome de trapecista rompió la tela de la casa de campaña y aterrizo en mis manos, rasguñándome. Cuando llegué a mi casa, mi papá pregunto " ¿Cómo te fue?" y yo solo respondí " Pues muy bien...ah, por cierto me mordió un gato". De ahí me agarraron cual herido a punto de caer en coma y en tres minutos estaba en el hospital.

Todo el asunto, termino en el dictamen del doctor: " 14 inyecciones en la espalda", que sin duda eran un alivio para mi preocupado padre quien logro su propósito de ahuyentarme de tan dañina rabia que aseguraba tenía el gato trapecista. Yo solo pude dirigir una mirada indignada al "experto" ¿dónde están los derechos de los niños? Hoy puedo asegurar que ese gato no tendría más que una muela picada. En ese momento recurrí a mi repertorio de argumentos, pero nada valió, ni los berrinches, ni los chantajes, ni los "te quieros", ni mi fuerza para sujetarme al poste de la esquina del consultorio, ni mis más agudos conocimientos de veterinaria a mis 8 años de edad. Todo fue inútil, por catorce días fui amiga de una aguja y un líquido antirrábico que recorrió mi espalda.

Así que se acabo mi relación con los "gatunos" hace 20 años, por eso ahora busco de otro tipo y otra especie. Hoy solo se busca un gato...el que come sandía. Mi abuelo siempre lo dice, "pero algún día mi gato comerá sandía". El gato que come sandía es ese vegetariano, de color azul, esta arriba de un ropero, escupiendo las semillas a Roberto Carlos que se encuentra cantando una canción en su honor ( es el hermano gemelo del que Amira describe abajo). Así que algún día me encontraré a ese milagro peludo, acariciando con su cuerpo mi pierna distraida.

ceci

29 de mayo de 2006

Un gato azul


Si bien mi madre no era una acérrima admiradora de Roberto Carlos (a ella sólo José José, por favor), escuchaba con especial atención aquella balada que dice: "el gato que está triste y azul, nunca se olvida que fuiste mía...". No recuerdo el nombre de la canción (ni aún cuando Yahir ha puesto de nuevo en circulación las melodías del brasileño), pero sí me acuerdo de lo que yo pensaba cuando la oía.
En aquella época tendría unos cinco o seis años, y cada vez que el cantante mencionaba al gato azul se venía a mi mente la fotografía de un gato de angora con pelo muy espeso y de color azul eléctrico; la imagen era bastante surrealista. Si el tiempo no me engaña, mi gato azul estaba sobre un ropero antiguo esperando el momento justo para saltar hacia las piernas de Roberto Carlos, quien cantaba su desgracia sin darse cuenta del inminente ataque gatuno. Para mí, el felino estaba triste (o incluso enojado) porque lo habían pintado de azul y no de café o de blanco, no porque una mujer había abandonado al protagonista humano de la historia; es más, la cuestión romántica ni siquiera entraba en mi cabeza, el punto era que ahí había un gato azul y eso era algo impensable.
Con el gato azul me devané los sesos durante varios meses. No era normal que existiera uno en la vida real; el gato Félix y el Risón eran de "a mentiras", por lo tanto tenían lógica, pero el de Roberto Carlos no parecía de "mentiritas". La idea era fascinante... un gato realmente azul, esa sí que era la apoteosis de mi niñez. Muy en el fondo, pensaba que era imposible encontrar un gato azul, sin embargo, y tal vez por primera vez en mi existencia, acepté otra posibilidad. Tal vez los gatos azules sí existieran y hubiera algunos por ahí, perdidos, esperando que lo encontraran.
No los he encontrado todavía; lo más cercano que he visto es el gato siamés tipo "blue point" y aún así le falta "azulosidad". Además, en la adolescencia supe lo que significa la idea de "sentirse azul" y ahí se resolvió mi gran enigma infantil. Aún así, no he perdido las esperanzas, el gato azul eléctrico posiblemente exista en algún lugar y me siga esperando. Amira

16 de mayo de 2006

Se busca pasión barata

Ya me sentí muy correteada después de leer que conozco a Amira desde hace 10 años. Y haciendo un recuento, tengo una imagen muy clara, de no tantos años atrás. Estaba con Amira, en un cine en Barcelona y en la pantalla La Agrado, personaje de Almodóvar, se aventaba su monólogo: "hay que luchar por lo que siempre se soñó de mi mismo", y ambas nos echamos un buche de palomas en la boca, que yo mastique entre mis relucientes braquets y estábamos tan mocosas que pudimos haber traído pañal (comentario para tratar de diluir el factor 10 años que aun atormenta). Hoy a muchos kilómetros de distancia miro a Amira, y aun nos estamos luchando, entre pasiones y sueños. Así que se busca lector y una pasión baratita y electrónica para empezar.

15 de mayo de 2006

En la espera de un lector

El foro cibernético del blog no me había interesado nunca antes, al menos no a manera demasiado personal. Sí, había leído algunos blogs y participé en uno que murió hace más ya de un año --debo aceptarlo, me hacían reír mucho los comentarios de ese blog--, pero de ahí no había pasado. Sin embargo, y por culpa de Cecy, me encuentro escribiendo aquí la primera entrada de nuestro blog. Cecy es una lectora voraz, así como yo, estudiamos la carrera juntas y bue.... desde hace 10 años hemos hecho equipo para trabajos finales, para viajar, para mandar a la goma algunos asuntos pendientes, etc etc etc. Así que no es sorpresa que ahora hagamos equipo para escribir.
No sé cuánto tiempo va a durar este blog, pero al menos me entusiasma el proyecto. Veremos qué tal.

Y sin más, queridos lectores de ocasión, les dejo con Cecy (o conmigo, depende de lo que se le ocurra a cada una en las siguientes semanas, meses, años...)