20 de febrero de 2008

La llegada




Mostrar la Huasteca potosina, es más difícil que darle cubiertos a un chango. Es simplemente indomable, no sabes lo que va a pasar, pero al final siempre resulta divertido. Así fue cuando Amira y Adrián decidieron visitarnos, llegando el 28 de diciembre después de vencer de las más fíeras curvas de la carretera de Zacatecas hacia Cd. Valles.


Después de manejar entre barrancos y camiones, lo demás parecía "pan comido", y con confianza decidimos ir a los Rápidos del Río Tampaón. Listos a la aventura nos recibió el ya mencionado "Patas", nuestro guía, así que ahí estábamos: remo en mano, chaleco apretado, casco apretado, sonrisa de "tengo miedo pero me lo aguanto", foto del recuerdo y antes de remar, "El Patas" recordó aconsejarnos "solo tengan mucha paciencia". ¿Qué tan difícil podría ser?




En nuestra balsa, "El Patas" nos encomendó a un nuevo guía: "Checo", quien de entrada parecía seguro de la situación, y tras nuestros ingenuos ojos remaba "como todo un profesional". "Checo" en tres minutos resultó ser un lanchero huasteco con alma de marine. Nos arrastró a su alto y sofisticado concepto de diversión simulando caídas, maneras de remar, maneras de subir a la balsa, todo con "estilo, sonrisa y paciencia".




Totalmente adiestrados para combate en Iraq, empezamos a remar, el primer rápido nos congeló la mirada, nos aferró al remo y nos puso a rezar. El siguiente, después de una tregua, parecía bastante "divertido", pero por más que remamos, por más que nuestro "Checo" General Marine gritó, nos estrellamos contra una piedra que hizo voltear en tres segundos nuestra balsa. Amira y Adrián recibieron los golpes de todos, yo quedé debajo de la lancha sin poder salir, y mi pobre hermano se dedicó a degustar el agua en dosis incotrolables. Después de 6 segundos ( según el paciente "Patas") la corriente nos libró y salimos a flote, con cara de pánico, con agua en el estómago y con prisa ya que había que seguir remando.


Lo único que queríamos al llegar, era conocer el Río Tampaón, remar un poco y divertirnos. Después de nuestra caída, pensaba en este pobre blog: ¿Qué sería de su destino si quedaba huérfano de estas dos intrépidas bloggeras? Entre profundas reflexiones, logramos con éxito superar los rápidos restantes, e ingenuamente suspiramos pensando que lo peor había pasado. En ese momento "Checo" nos miró diciendo "ahora los que quieran, saltarán un poquito". Su término "poquito" se materializaba en una caída de 6 metros a un costado del río, y "los que quieran" fue sustuído por un "obligatorio salto" que Amira logró esquivar gracias a su voluntad digna de cualquier militar a punto de golpe de estado. Así que el resto, saltamos como pudimos, creímos y supimos y otra vez a remar.






La hisotira termino bien, bastante mojados, con frío, y seguros de que hasta el chango más indomable, puede hacer una orquesta con cualquier cubierto, dentro de la Huasteca Potosina.

3 comentarios:

Heriberto dijo...

Se cayeron a la vez asi que no hubo uno solo que debiera pagar las cervezas de regreso, que es la tradicion por estos lados, el primero que se cae paga las cervezas a la vuelta.
Un saludo.

A. dijo...

Así es!!!! En todo caso creo que nos deberíamos pagar cervezas entre todos... !!!para el susto!!!

ces dijo...

...todo sea por unas cervezas, tuvimos que conquistar salvajes aguas potosinas...saludos!!