5 de mayo de 2008

Almacén Gillespi

He acá algo muy divertido que salió del blog: Almacén Gillespi, del periódico "El Clarín".

Me mordió un libro

La semana pasada se inauguró la 34° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, sin dudas el “gran” evento comercial-literario de nuestro país (en ese orden).
Debo reconocer que cada vez que voy experimento la misma sensación: al rato de estar mirando ejemplares siento una necesidad incontenible de sentarme a escribir, que cesa sólo cuando no encuentro una silla, o cuando voy a la exposición ganadera y me invade la necesidad incontenible de ponerme unas bombachas "batarazas" y una boina.
A menudo el deseo de escribir me sucede en mi casa. Veo una hoja en blanco y me pongo a redactar compulsivamente. Escribo hojas y hojas, que después ordeno cuidadosamente, las doblo cuidadosamente, y las rompo cuidadosamente. Esto responde a algo muy lógico. Las cosas hechas de modo compulsivo por lo general no representan lo mejor de uno (ejemplos muy claros son los vómitos y las diarreas).
Soy, por naturaleza, un ser autocrítico que simplemente gusta destrozar su propio ego, aunque nunca supe dónde radica la razón (creo que se me subió el fracaso a la cabeza). Como dicen muchos artistas, “el sufrimiento alimenta mi arte”. En mi caso es un arte netamente bulímico. Por eso en este artículo me propuse desbaratar esta maldición y, por lo menos, escribir un poema. Aquí es donde hay que diferenciar la poesía contemporánea de la poesía clásica, tradicional. La primera consiste básicamente en escribir cualquier cosa, tratando de dejar en la hoja bastante espacio en blanco, y que nada rime. Un ejemplo rápido:
Flotan... flotan,
las pulgas de mi perro
como magmas en el espacio,
todo abajo de tu falda
pequeño Fermín.
Nota: quisiera agradecer a Luis Alberto Spinetta, por el uso de la palabra magma... y Fermín.
Pero si se trata de poesía tradicional, sólo hay que elegir una serie de palabras asonantes y después completar el resto. Por ejemplo, aquí tienen una serie de vocablos tomados al azar que riman entre ellos: Luis, Ruiz, cuis, lombriz.
Qué grande el flaco Luis,
Con cuerpo de lombriz
y su inconfundible voz de cuis,
Nunca compuso "Natalio Ruiz".
Nota: quisiera agradecer una vez más a Spinetta por haber sido mi única fuente de inspiración.
A partir de esto queda claramente demostrado que la diferencia entre una hoja escrita por mí y una hoja en blanco es que la segunda todavía puede servir para algo. No hay mejor lugar para mis poesías que la bolsa de residuos o, en estos tiempos cibernéticos, la papelera de reciclaje.
Ojalá algún lector tome este artículo como ejemplo y logre convertirse en un gran poeta. Aquí les dejo algunas palabras para que practiquen rimas en sus casas y nos las envíen: fletó, rajó, marchó, Lousteau... Martín... Fermín.

Más allá de toda broma, si pueden, traten de concurrir a la Feria en La Rural porque como bien dijo el vicepresidente Cobos en la inauguración:
"El libro nos acompaña a lo largo de las distintas edades y nos va forjando".

1 comentario:

Unknown dijo...

Hum....

¿Detecto alguna ligera, ligerísima, obsesión con Fermín... o solo estoy alucinando?

Además, esa convinación entre el susodicho Fermín y las faldas, como que suena medio gay. A menos, claro, que se trate de un niño escocés.

Yo también soy autocrítica.
El problema es que me gana la flojera, así que normalmente no tengo mucho que autocriticar.