10 de agosto de 2006

Experiencia antropológica

Cruzar la frontera Laredo-Nuevo Laredo en camión es todo un acontecimiento sociológico. Basta con llegar a la gasolinera Chevron de Hilcroft y la 59 para comenzar con el estudio de campo.

La estación de servicio, además de llenar el tanque del auto, tiene como propósito secundario venderle boletos a los viajantes que van a México. En la ventana de la pequeña oficina de ventas, el interesado puede ver las líneas de autobuses que tiene para escoger: Tornado, Autobuses Mexicanos, El conejo, El mexicano, Americanos, Turimex Intenacional, etc. Los nombres son bastantes sugerentes: Me subo en el Tornado o en el conejo? Decido Turimex por aquello de lo internacional (o interranchonal?... en fin). Por módicos 70 dólares obtengo un viaje ida y vuelta Monterrey-Houston, Houston-Monterrey sin límite de tiempo. Cuánto tarda el camión?--pregunto. Pues... depende del puente, ve? como pueden ser ocho horas pueden ser 15 y como es verano prepárese para las 15. Tomo el consejo de la experta, de largas uñas postizas y ceja depilada a rape, que se encuentra detrás de la ventanilla de ventas; también tomo mi boleto, el cual está dentro de un sobre que dice en la parte de afuera: "Monterrey, 10:00 pm. 2 maletas chicas por pasajero. NO CAJAS". Está bien, entendido y anotado.

Quince para las 10:00 de la noche, estoy preparada para un largo viaje; llevo la típica e inconfundible cobija de una aerolínea bastante conocida, la almohadilla que tiene impresas unas huellas de gato color "fosfo" y brillan en la oscuridad, la chamarra (por si el aire acondicionado está muy fuerte) y mi libro. Estoy lista.

Llego a la central-gasolinera de Hilcroft, 80 pasajeros, ni un camión. Esperamos... esperamos, 10:05, 10:15, 10:30, 10:45... llega el camión. La gente se apelotona para dejar las maletas, me doy cuenta de que varios pasajeros llevan más de dos maletas tamaño jumbo-plus y.... AJÁ! ahí traen una caja que sin chistar sube el chofer del camión. Empiezo a sentirme más en México. Me subo al camión, ocupo mi lugar, me toca al lado una señora.Me acomodo, saco mi cobija, chamarra, almhoadilla, etcétera, etcétera etcétera. Todo bien. No han pasado más de cinco minutos de paz cuando el chiquillo que va detrás de mí comienza a golpear el respaldo de mi asiento. POM POM POM....
!"·$%&/()!!!!! Volteo y miro al chicuelo con una angelical sonrisa: Podrías dejar de patear el respaldo? El niño para,pero la madre empieza: Ya ves, John Peter? Estás molestando a la lady!!!! TOMA! el niño recibe un cachetadón que me hace arrepentirme de haber utilizado mi mejor sonrisa para disualdirlo. Empiezan los chillidos, el criaturo está inconsolable... waaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.... Pasa una hora, el chico sigue moqueando. Se calla porque la madre promete otro guamazo si no la deja en paz... Paz total.

Pasa otra hora, no he podido dormir porque a lo lejos un señor da sus primeros ronquidos de la noche. Insoportable. Medio mundo lo volteamos a ver, obviamente él no nos pela porque está en el quinto sueño. Su vecino de a lado no se inmuta, comienza a roncar también. Llegamos a San Antonio, se sube más y más gente, el conductor nos invita un "piscolabis" y nos promete 15 minutos de descanso para volver a tomar camino. Se bajan algunos, entre ellos una señora que trae a sus 4 hijos y que, por cierto, uno de ellos es el que había recibido el mamporro de principio de viaje. Regresa depués de 20 minutos con 5 hotdogs, refrescos y algunas golosinas. Mary Joe, quieres soda y hotdog? Mary Joe está durmiendo, pero al escuchar el dulce sonido de la lata de Coca-Cola al destaparse despierta y pide a la madre la cena. Pienso: "Señora, son las 2 de la madrugada y usted dándole de cenar a los niños... osea, cómo?" Mary Joe se embute todo lo que la madre le da, así como sus hermanitos, y vuelve a dormir plácidamente. El resto de la paisanada también le entra a la hamburguer y al "hocho". El camión huele a ketchup con mostaza. Ha pasado una hora. Salimos otra vez con el itacate bien surtido. Pienso por qué en el camión siempre comemos, no importa la hora que sea... no encuentro la respuesta. Trato de dormir. No puedo.

Por fin, estamos en Laredo. Nada relevante. Llego a Monterrey a las 8:00 de la mañana. Sin dormir, pero a buen tiempo.

El regreso es el más interesante, al principio todo es como un dejá-vu. Pero lo bueno viene cuando llegamos a Laredo. El puente está atestado de camiones de pasajeros. 5 horas de espera, de las 4:00 am a las 9:00 am. El camión se vuelve una fiesta, el pasajero de a lado me ofrece semillitas y digo que no, gracias. Sin embargo, al tercer ofrecimiento, siendo las 6:00 am, digo que mejor sí, gracias. La señora de adelante grita que ha perdido la maleta al ir por su permiso de entrada, todo nos bajamos a ayudarla. No la encontramos. Empieza el proceso de demanda verbal. El conductor promete llamar a la central de Laredo para pedir informes. Regresamos al camión esperando un milgaro. Mi compañero de a lado me dice que a la doña del último asiento le cacharon unas plantas que no había reportado y no la habían dejado subirse al camión de nuevo. Mal plan doña ?Por qué no las reportó?, Ahora nos vamos a atorar otra hora acá. Ambos nos quejamos y decimos que qué es eso de estar pasando cosas prohibidas. Voy por una fanta para desayunar. Regreso. Sigue la espera y nos echamos dos películas enteras, una china doblada al español y una chilena doblada al mexicano.

El camión es una algarbía, un paisano deja sonar su teléfono celular y oigo el corrido del ilegal completo, es buenísimo. Saco mi libro, pero me siento super fresa con mi editorial Alfaguara, lo cierro. Platico con la mujer que todavía no encuentra su maleta y está que arde. Trato de decirle que se calme. No, no hay modo, la mujer está molesta. Le doy la razón. Empieza otra película, por fin todos obtienen los permisos. En la central de autobuses de Laredo nos detenemos a preguntar por la maleta perdida. Nada. Otra hora. Las 10:00 am, salimos de nuevo sin maleta y sin señora porque decide esperar su valija. Ya me hice cuatacha de los que vienen al lado y atrás. Platicamos del excelente servicio que ofrece la compañía de autobuses. Esto es confort!

Después de exactamente 15 horas de viaje llegamos a Houston. Me bajo en la Chevron de Hilcroft y mientras espero a que lleguen por mí, oigo a una señora decir: Houston cada vez está peor, cada vez se parece más a México.

Naaaaaa... no es para tanto, señora, por si no se ha dado cuenta, Houston siempre ha sido (como) México y en la esquina de la 59 y Hilcroft todos somos mexicanos. Sí señor!

A.

7 comentarios:

Kickapú dijo...

Lo mejor es cuando los choferes traen a sus conquistas montadas en el asiento delantero. Se ponen retecontentos.
Yo también soy cliente frecuente de los camioncitos. La experiencia más memorable que recuerdo fue aquella en la cual el autobús empezó a botar agua del baño (sucia obviamente)y se inundó el camión mojando las cosas que la gente incauta (no yo) había puesto en el piso del autobús mismo. ¡Un asco! Sucedió en New Braunfels, minutos antes de llegar a Austin por lo cual no fue tan terrible para mí. Eso sí, compadecí a la gente que iba a Dallas porque se sí que se dieron su buena "perjumada", ¡puessnnn!

A. dijo...

JAJAJAJAJAJA... tantas y tantas experiencias camionísticas. Definitivamente, son memorables.

A. dijo...

Como testigo de la travesía camionsística con Amira, lo mejor fueron las películas. COn esa cartelera sigamos derecho y que el viaje dure 20 horas....."Futbol Chaolin".

que viva el camión!!!

ceci

Jan de la Rosa dijo...

Yo tengo que reconsiderar mi medio elegido de transporte para el próximo viaje a Amiralandia....
Sí, qué lindos son los paisas, pero yo los veo más retequeseguido que ustedes y no me parecen en demasía fascinantes...

Hablando de experiencias antropológicas, les dejo un test de elnorte.com para que vean a qué nos enfrentamos en este país: hombres de 27 a 30 años que viven con sus padres, juegan videojuegos y ven telenovelas.
Creepy as hell!

A. dijo...

Janell, animate a la experiencia... jajajaja... Cecy y Ernie pueden constatar que es algo que jamás se olvida.

A

El Orfebre Segismundo dijo...

Es cierto, esos viajes jamás se olvidan. Tengo muy presente el que hice San Antonio - Monterrey, un diciembre, donde no cabía ni un pelo más, porque hasta el guajolote congelado iba en el trayecto. Y resulta que a la dueña se le escapó el ave en cuestión y el guajolote rodó durante todo el trayecto por el pasillo del camión.

Guajolote va, guajolote viene.

Akaotome dijo...

Yo todavía no puedo superar el nombre del niño: John Peter...